Pregones (15)
Dolores del Puente en los Pregones de Semana Santa
Escrito por Super User
DOLORES DEL PUENTE EN LOS PREGONES DE SEMANA SANTA
1987
Las calles del Perchel te han visto tan sencilla, tan digna, tan hermosa en el severo orden de nazarenos negros. Ya estás aquí, Virgen de los Dolores. Bueno, siempre estás en la calle, eres una sorpresa cuando bajo del puente y me fundo en tu llanto, en la calle. Pero este pueblo, raro y viejo, ha creado un joyero de barrocas volutas, de ángeles dorados y celestes brillantes. Que el dinero no es todo, ahí está la capilla, un milagro de arte para el Cristo del Perdón.
Antonio M. Garrido Moraga - 1987
1988
Oíd cofrades de Santo Domingo, junto al Puente, al Cristo del PERDÓN pronunciando esas siete Palabras inmortales bajo el palio azul de nuestro cielo, junto a luces delirantes que escapan de los cirios de sus nazarenos y sentid la sed de escuchar, como Dimas, esa frase que nos abre las puertas del Cielo. Y, al mismos tiempo, sed testigos de cómo gracias al tesón de unos cofrades jóvenes se ha podido recuperar no sólo una antigua Hermandad, sino, también, una de las Capillas de mayor solera arquitectónica del vetusto Convento de Santo Domingo el Real. Estad seguros de que la Virgen de los DOLORES, ante cuya imagen todos los días me santiguo, alberga en su corazón de Madre, además de la devoción de su Barrio y las mil y una confidencias de los que, con amor y confianza, se acercan a diario a su Capilla, el inmenso gozo que le supone el poder abandonar, cada Lunes Santo, el largo claustro de su hornacina a fin de llevar a todos los malagueños la alegría y el consuelo de un Hijo, que, a costa de su vida, nos perdona desde la Cruz.
Francisco José González Díaz - 1988
1989
Cambia el día y cambia el escenario. Lunes Santo, día en que se produce el desbordamiento del Perchel y la Trinidad en calle Larios.
Comienza el desfile junto al Puente de los Alemanes, que dicen que se fue la Señora, llorando al pie de la cruz desde la que nos persona su Hijo, a derramar su dolor por Málaga.
¡Qué buena cosa hicieron tus hermanos!. Porque no había derecho a que sólo los Percheleros te tuvieran para ellos. Que se me descolore la memoria viéndote ahí, al pie del puente, sólo rodeada de los tuyos. Pero ahora, porque así el Perchel lo ha querido, Dolorosa de Santo Domingo, ahora eres ya de toda Málaga.
Luis Merino Bayona - 1989
1990
Y ya es Lunes Santo. No lo podía creer, VIRGEN DE LOS DOLORES, cuando hace unos años me dijeron que por fin tu Cofradía estaba restaurada. Que por fin iban a sacarte a la calle. Y yo recordaba entonces, las veces que te recé en tu capillita del puente de Santo Domingo. Mi madre fue la que metió en mi corazón la devoción a tus dolores. Y yo miraba tu cara y la de mi madre y me preguntaba, ¿por qué las madres se parecen tanto, cuando el dolor está por medio?. Después, ya fue imposible bajar las escaleras y pasar de largo. Estabas allí, con tus manitas apretadas en el pecho, estrujando tu pena, amparando tristezas. Ahora tienes a tu Hijo, EL CRISTO DEL PERDÓN, llenando tu soledad.
José Luis Zurita - 1990
1991
Lejos, una enlutada y menuda Mujer enseña la profundidad de la humildad como virtud moral grande entre otras virtudes. Con su mirada acariciando un puente que desde principios de siglo recuerda a propios y extraños el humanísimo proceder de los hijos de esta tierra, la dulce Madre del Carpintero de los Percheles, hace momento a momento realidad que la humildad y la caridad son los fundamentos de ser y de sentirse cristiano.
Transmite ese principio de acción que Dios injerta en el alma y que hace que veamos en nosotros lo que hay del Altísimo y lo que procede de nuestra propia naturaleza.
En Ti, Flor de Santo Domingo, tu barrio adquiere plena conciencia de lo que es, de aquello que debe a tu presencia y a lo que quedan obligados en justicia y en verdad.
Eres la Virtud que salva y glorifica. Eres fortaleza, caridad, PERDÓN junto a tu Hijo que clavado en una Cruz no cesa de exclamar: Venid a Mi los que tenéis hambre, los que tenéis frío, los sin hogar, los huérfanos, los desamparados...
Eres Virgen, la Puerta de tus necesitados, camino de santificación. Eres, eso… DOLORES DEL PUENTE.
Alberto M. Jiménez Herrera - 1991
1992
No me importaría Señor, ser ladrón crucificado, con tal de que me llevaran a tu lado por las calles percheleras.
Y oír de tus labios, CRISTO DEL PERDÓN, las palabras que dijiste a Dimas: "Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso". Tuvo que ser precisamente un ladrón, un condenado a muerte, como tú, el único hombre que supo, porque tú mismo se lo dijiste, que entraría contigo en el Reino.
Y a tus pies, la VIRGEN DE LOS DOLORES, la vecina del pasillo, la que asomada a su capillita durante todo el año, es como si se saliera de la Iglesia para corresponder amablemente al saludo de sus devotos.
El Lunes Santo es Ella misma al pie de la Cruz ese puente tendido entre Jesús crucificado y los hombres.
Perdón y Dolores. Hijo y Madre, pasean su amor acompañados por enlutados nazarenos con altos cirios, que marcan sendas de fe cofradiera camino de su estación de penitencia en la Santa Iglesia Catedral.
Salvador Villalobos Gámez - 1992
1993
Y el Perdón y los Dolores saldrán de los Percheles. Tantas obras en la zona me tienen desorientado, por eso no sé si este año el puente de los Alemanes rendirá pleitesía, como siempre, a su Virgen, pero da igual. El Perchel es el Perchel y en torno a Santo Domingo estarán los que siempre quieren ver el señorial renacer de una vieja-nueva cofradía.
Pedro Luis Gómez Carmona - 1993
1994
Por las callejas estrechas de un Perchel agonizante, el rostro pálido marfil de una Dolorosa, guardesa de un barrio afable y acogedor del que quiso ser vecina. Frente al puente, buscaba con la mirada su antigua capilla, hoy demolida, Guadalmedina por medio, en la otra orilla.
Un puente, nunca es distancia.
Cantar quiero tu noble y pura palidez
que es sufrir de siglos.
Penetrar con espíritu de amante
silencioso, tu hermosura,
y donde la nieve puso su blancura,
poner con mis labios la policromía
carmín de un beso depositado a tus pies.
Otro en silencio pondré
sobre el madero en que muestras a Tu Hijo.
¡Dolores! nardo enlutado
del Perchel...
¿Quién te clavó ese puñal?
¿Fue quizás el sufrimiento
de ver tu barrio muriendo...,
o acaso, fue ese tormento
de la Cruz del Redentor?
Leopoldo García Sánchez - 1994
1995
En la oscura estampa de un barrio desarticulado por la desidia, se recoge la Cofradía de Dolores del Puente en procesión austera, silenciosa y penitente. Esa Virgen antigua a los pies del Cristo del Perdón, avanza a hombros de sus hermanos en profundo recogimiento por el llano de Doña Trinidad y Calle Cerrojo. ¡Virgen guapa de los percheles, guarda a este pueblo tuyo que Te rinde pleitesía!
Gustavo Villapalos - 1995
1996
En la oscura estampa de un barrio desarticulado por la desidia, se recoge la Cofradía de Dolores del Puente en procesión austera, silenciosa y penitente. Esa Virgen antigua a los pies del Cristo del Perdón, avanza a hombros de sus hermanos en profundo recogimiento por el llano de Doña Trinidad y Calle Cerrojo. ¡Virgen guapa de los percheles, guarda a este pueblo tuyo que Te rinde pleitesía!
Carlos Ruiz del Portal y Pérez Bryan - 1996
1997
¿Cómo olvidar a la hora de cantarte, Dolorosa del Puente, la mañana espléndida que prendí en tu pecho un broche junto a tu corazón de oro traspasado? (Era diciembre y faltaron las campanas a la cita). ¿Cómo no recordar ahora la promesa de mi madre que cumplí junto a ella agarrado a aquella corredera sin más gracia que estar delante tuya?... Se me amontonan los recuerdos ante tu capilla a la que siempre vuelvo como si fuera a una casa donde viví hace tiempo y todavía quedara allí la última vecina, que conocí en la infancia, resistiendo.
Y ahora, que ya es Lunes Santo y de regreso tu procesión entre sombras vuelve a santo Domingo por callejones y derribos, Nuestra Señora de los Dolores del Puente, Virgen blanca vestida de negro, eres más que nunca el lirio entre cardos, la azucena entre escombros de lo que fue un barrio cantado en su ruina:
Portales desolados,
azoteas sin sábanas tendidas,
jaulas, barandas, rejas desprendidas,
tabiques acostados
donde alzaba la vida sus cuarteles,
patios sin voz, guitarras sin cordaje,
oscuras golondrinas sin viaje
de regreso, macetas sin claveles.
Carlos Ismael Álvarez García-1997
1998
En la antigua iglesia dominica se erige una capilla que es llamada de atención sobre lo que puede hacer una cofradía. En prodigiosa armonía ornamental y con el permanente recuerdo de fray Alonso de Santo Tomás custodia la imagen de un crucificado: Cristo del Perdón. Y apenas a unos pasos, la Madre, blanca imagen malagueña, enlutada de dolor y de amor, la Virgen de los Dolores -la del palacio entre ruinas, la que era la meta y el premio de nuestras carreras infantiles, pasillo de Santo Domingo abajo- sigue buscando con su bendita mirada lo que fue una seña de identidad perdida en esta ciudad ante la indiferencia de algunos: la dirección de su puente. Tú sabes de mi devoción, de mis visitas, cuando te veo o te adivino con tu halo de misterio tras un cristal en tu capilla callejera. Cada Lunes Santo, azucena del Perchel, te contemplo a los pies de tu Hijo, entre una catarata de cera y de fuego, con esa forma tan especial y tan única con la que te procesionan. Y a poco más, rápido a la Catedral. Y entre olores de Semana Santa, nubes de incienso, el tímido resplandor de los cirios y un respetuoso silencio, aguardarte ilusionado hasta que nuevamente, milagro vivo, apareces ante nosotros. Cada año, a la espera de ser coronada canónicamente, pero nimbada durante dos siglos y medio por nuestra devoción, cuando atraviesas ese efímero muro que nos impedía visionarte, a este pregonero se le antoja que, una vez más, las tinieblas han sido vencidas y Tú, Virgen de los Dolores, nos tiendes un puente de amor que nos acerca hasta la luz.
José Jiménez Guerrero - 1998
1999
La Semana Santa alimenta la nostalgia. Sin embargo, evocar otros tiempos y otros paisajes, felices en la memoria tamizada, sólo puede servirnos para denunciar las leyes desatinadas, los fracasos urbanísticos, culpables de hurtarnos a las nuevas generaciones de malagueños, la posibilidad de haber conocido las huellas de aquella ciudad.
Por eso, empujados por la madrugada, iremos a buscar los restos del Perchel, para ver entre las viejas fachadas humilladas, entre impersonales construcciones nuevas y jirones deshilachados de nuestra historia, las largas y apretadas filas de enlutados nazarenos con altísimas hachas de cera; para rendirnos a la omnipotencia de Dios, que perdona y se deja matar por estas calles oscuras y angostas, entre los solares y los escombros. Orad al Cristo del Perdón, que se alza para buscar con la mirada a quien con él comparte el sufrimiento y habla con su barrio desde la altura de la cruz.
Y a sus pies, la Virgen de los Dolores recogida en sus penas, que son las nuestras, porque ella se compadece con los que a diario, desde hace más de dos siglos y medio, le cuentan sus pesares. Por eso, Señora coronada por la devoción de tantos malagueños, queremos verte aclamada como Soberana y queremos ver adornadas tus sienes con el signo de la corona, que será del oro que reluce en esta Cofradía, el de su compromiso con la Iglesia y con los pobres, el oro de su amor incondicional a ti. Y cuando por fin se abran las puertas de Santo Domingo, la voz de la campana de tu trono pedirá: ¡Paso a la Reina de los Dolores, la del Puente!
Federico Fernández Basurte - 1999
2000
Y ahora, vestid conmigo vuestra túnica y cubríos con el anonimato del capirote para acompañar a la Señora que cruza el Puente a los pies del Cristo del Perdón. Caminad tras Ella por la Alameda y calle Larios, que vamos todos a la Catedral a hacer Estación de Penitencia. Uníos todos los que le habéis rezado, a uno u otro lado del Puente; acudid todos los que alguna vez os habéis agarrado a su reja para contarle vuestras penas, porque con Ella van prendidos más de dos siglos y medio de piedad popular, y por Ella un barrio, arruinado en su ruina, reconoce que, en la Soledad de su Capilla, siempre será la Estrella que lo ilumina con Esperanza. Y aunque ya no podéis salir a su encuentro esquinas de calle Marroquino, ni en triunfo levantarse el arco de calle Jiménez, aunque ya no haya colchas en los balcones de las cuatro esquinas y ni siquiera el Puente esté colocado para mirarla, Ella sigue siendo referencia y meta, permanente confesionario e inagotable consuelo de todos los que alguna vez hemos mirado su cara.
Venid conmigo nazarenos del aquel Perchel que es sólo memoria, acudid para mitigar los Dolores a la Virgen que día y noche espera. Venid conmigo nazarenos de Málaga y contemplad como María está devolviendo la diaria visita a todos los que se acercan por el puente y nos sigue ayudando a vadear el río de la vida. Venid conmigo hermanos de la Cofradía que siempre ha estado unida bajo esa bandera, ante Ella rendida, la que no ha necesitado más bordados que los de una cruz dominica y un corazón traspasado para sentir la enorme responsabilidad de hacer día a día Hermandad; la que cada Lunes Santo va tiñendo de luto las calles y al mismo tiempo inundando de luz todos sus rincones la que con la voz de sus campanas va pidiendo paso a la Señora del Puente y la que siempre te ha saludado como reina y anuncia que pronto saldrás de la Catedral ceñida con la corona de plenitud que tus hijos depositaron a tus pies. Calles de Málaga en Lunes Santo, que unís la Trinidad con el Perchel y el Altozano con el Centro y que vais cruzadas por un mar de personas que buscan a Dios y lo encuentran Cautivo, que piden y se les concede la Gracia y la Esperanza, que hacen memoria de aquellos barrios y recobran como en un sueño los lugares y los ambientes, compadeceos de esa azucena perchelera que va palideciendo a los pies de una cruz, muertecita de pena, ahogada en el océano mar de lágrimas de su Dolor.
Jesús A. Castellanos Guerrero - 2000
2001
Una muralla de fe hace calle cada Lunes Santo, que aunque abandones tu capilla del puente tus hermanos no quieren que nadie altere tu dolor. Y con seriedad y con rigor los nazarenos de los Dolores del Puente y el Cristo del Perdón conquistan la calle sólo para Dios.
Referencia obligada, brizna de luna en la orilla de paso. Anclada en tu capilla, tus ojos sobre Málaga navegando , galeón de desconsuelos portas en tus bodegas el valioso tesoro de la fe popular. El tiempo pasa alrededor y tu deteniéndolo entre tus manos continúas aguantando tu pasión.
Has visto como, poco a poco, desaparecía el barrio, pero tu mantienes todo en pie, y cada mañana, antes del amanecer, el sol te regala sus primeros rayos porque sabe que eres luz del camino, referencia obligada del peregrino. Sendero de la fe.
Enrique Romero Fernández -2001
2002Celia Villalobos
2003 Bernardo Pinazo Osuna
2004 Alejo García
2005 Manuel Molina Gálvez
2006 Rodrigo Martín Martín-Estévez
2007 Pedro Fernando Merino Mata
2008 Francisco García Muñoz
2009 Ana María Flores Guerrero
2010 Agustín del Castillo Cambló
2011
Como esas señoras que buscan una esquina para ver pasar a los Dolores del Puente, esa imagen de Virgen blanquita, de la que son devotas, en su magnífico trono antequerano.
2011 Antonio Domínguez Banderas
2012 María del Carmen Ledesma
2013 Rafael Peréz Pallarés
2014 Felíx Gutíerrez
Y ahora, vestid conmigo vuestra túnica y cubríos con el anonimato del capirote para acompañar a la Señora que cruza el Puente a los pies del Cristo del Perdón. Caminad tras Ella por la Alameda y calle Larios, que vamos todos a la Catedral a hacer Estación de Penitencia. Uníos todos los que le habéis rezado, a uno u otro lado del Puente; acudid todos los que alguna vez os habéis agarrado a su reja para contarle vuestras penas, porque con Ella van prendidos más de dos siglos y medio de piedad popular, y por Ella un barrio, arruinado en su ruina, reconoce que, en la Soledad de su Capilla, siempre será la Estrella que lo ilumina con Esperanza. Y aunque ya no podéis salir a su encuentro esquinas de calle Marroquino, ni en triunfo levantarse el arco de calle Jiménez, aunque ya no haya colchas en los balcones de las cuatro esquinas y ni siquiera el Puente esté colocado para mirarla, Ella sigue siendo referencia y meta, permanente confesionario e inagotable consuelo de todos los que alguna vez hemos mirado su cara.
Venid conmigo nazarenos del aquel Perchel que es sólo memoria, acudid para mitigar los Dolores a la Virgen que día y noche espera. Venid conmigo nazarenos de Málaga y contemplad como María está devolviendo la diaria visita a todos los que se acercan por el puente y nos sigue ayudando a vadear el río de la vida. Venid conmigo hermanos de la Cofradía que siempre ha estado unida bajo esa bandera, ante Ella rendida, la que no ha necesitado más bordados que los de una cruz dominica y un corazón traspasado para sentir la enorme responsabilidad de hacer día a día Hermandad; la que cada Lunes Santo va tiñendo de luto las calles y al mismo tiempo inundando de luz todos sus rincones la que con la voz de sus campanas va pidiendo paso a la Señora del Puente y la que siempre te ha saludado como reina y anuncia que pronto saldrás de la Catedral ceñida con la corona de plenitud que tus hijos depositaron a tus pies. Calles de Málaga en Lunes Santo, que unís la Trinidad con el Perchel y el Altozano con el Centro y que vais cruzadas por un mar de personas que buscan a Dios y lo encuentran Cautivo, que piden y se les concede la Gracia y la Esperanza, que hacen memoria de aquellos barrios y recobran como en un sueño los lugares y los ambientes, compadeceos de esa azucena perchelera que va palideciendo a los pies de una cruz, muertecita de pena, ahogada en el océano mar de lágrimas de su Dolor.
Jesús A. Castellanos Guerrero - 2000
La Semana Santa alimenta la nostalgia. Sin embargo, evocar otros tiempos y otros paisajes, felices en la memoria tamizada, sólo puede servirnos para denunciar las leyes desatinadas, los fracasos urbanísticos, culpables de hurtarnos a las nuevas generaciones de malagueños, la posibilidad de haber conocido las huellas de aquella ciudad.
Por eso, empujados por la madrugada, iremos a buscar los restos del Perchel, para ver entre las viejas fachadas humilladas, entre impersonales construcciones nuevas y jirones deshilachados de nuestra historia, las largas y apretadas filas de enlutados nazarenos con altísimas hachas de cera; para rendirnos a la omnipotencia de Dios, que perdona y se deja matar por estas calles oscuras y angostas, entre los solares y los escombros. Orad al Cristo del Perdón, que se alza para buscar con la mirada a quien con él comparte el sufrimiento y habla con su barrio desde la altura de la cruz.
Y a sus pies, la Virgen de los Dolores recogida en sus penas, que son las nuestras, porque ella se compadece con los que a diario, desde hace más de dos siglos y medio, le cuentan sus pesares. Por eso, Señora coronada por la devoción de tantos malagueños, queremos verte aclamada como Soberana y queremos ver adornadas tus sienes con el signo de la corona, que será del oro que reluce en esta Cofradía, el de su compromiso con la Iglesia y con los pobres, el oro de su amor incondicional a ti. Y cuando por fin se abran las puertas de Santo Domingo, la voz de la campana de tu trono pedirá: ¡Paso a la Reina de los Dolores, la del Puente!
Federico Fernández Basurte - 1999
En la antigua iglesia dominica se erige una capilla que es llamada de atención sobre lo que puede hacer una cofradía. En prodigiosa armonía ornamental y con el permanente recuerdo de fray Alonso de Santo Tomás custodia la imagen de un crucificado: Cristo del Perdón. Y apenas a unos pasos, la Madre, blanca imagen malagueña, enlutada de dolor y de amor, la Virgen de los Dolores -la del palacio entre ruinas, la que era la meta y el premio de nuestras carreras infantiles, pasillo de Santo Domingo abajo- sigue buscando con su bendita mirada lo que fue una seña de identidad perdida en esta ciudad ante la indiferencia de algunos: la dirección de su puente. Tú sabes de mi devoción, de mis visitas, cuando te veo o te adivino con tu halo de misterio tras un cristal en tu capilla callejera. Cada Lunes Santo, azucena del Perchel, te contemplo a los pies de tu Hijo, entre una catarata de cera y de fuego, con esa forma tan especial y tan única con la que te procesionan. Y a poco más, rápido a la Catedral. Y entre olores de Semana Santa, nubes de incienso, el tímido resplandor de los cirios y un respetuoso silencio, aguardarte ilusionado hasta que nuevamente, milagro vivo, apareces ante nosotros. Cada año, a la espera de ser coronada canónicamente, pero nimbada durante dos siglos y medio por nuestra devoción, cuando atraviesas ese efímero muro que nos impedía visionarte, a este pregonero se le antoja que, una vez más, las tinieblas han sido vencidas y Tú, Virgen de los Dolores, nos tiendes un puente de amor que nos acerca hasta la luz.
José Jiménez Guerrero - 1998
¿Cómo olvidar a la hora de cantarte, Dolorosa del Puente, la mañana espléndida que prendí en tu pecho un broche junto a tu corazón de oro traspasado? (Era diciembre y faltaron las campanas a la cita). ¿Cómo no recordar ahora la promesa de mi madre que cumplí junto a ella agarrado a aquella corredera sin más gracia que estar delante tuya?... Se me amontonan los recuerdos ante tu capilla a la que siempre vuelvo como si fuera a una casa donde viví hace tiempo y todavía quedara allí la última vecina, que conocí en la infancia, resistiendo.
Y ahora, que ya es Lunes Santo y de regreso tu procesión entre sombras vuelve a santo Domingo por callejones y derribos, Nuestra Señora de los Dolores del Puente, Virgen blanca vestida de negro, eres más que nunca el lirio entre cardos, la azucena entre escombros de lo que fue un barrio cantado en su ruina:
Portales desolados,
azoteas sin sábanas tendidas,
jaulas, barandas, rejas desprendidas,
tabiques acostados
donde alzaba la vida sus cuarteles,
patios sin voz, guitarras sin cordaje,
oscuras golondrinas sin viaje
de regreso, macetas sin claveles.
Carlos Ismael Álvarez García - 1997
En la oscura estampa de un barrio desarticulado por la desidia, se recoge la Cofradía de Dolores del Puente en procesión austera, silenciosa y penitente. Esa Virgen antigua a los pies del Cristo del Perdón, avanza a hombros de sus hermanos en profundo recogimiento por el llano de Doña Trinidad y Calle Cerrojo. ¡Virgen guapa de los percheles, guarda a este pueblo tuyo que Te rinde pleitesía!
Carlos Ruiz del Portal y Pérez Bryan - 1996
En la oscura estampa de un barrio desarticulado por la desidia, se recoge la Cofradía de Dolores del Puente en procesión austera, silenciosa y penitente. Esa Virgen antigua a los pies del Cristo del Perdón, avanza a hombros de sus hermanos en profundo recogimiento por el llano de Doña Trinidad y Calle Cerrojo. ¡Virgen guapa de los percheles, guarda a este pueblo tuyo que Te rinde pleitesía!
Gustavo Villapalos - 1995
Por las callejas estrechas de un Perchel agonizante, el rostro pálido marfil de una Dolorosa, guardesa de un barrio afable y acogedor del que quiso ser vecina. Frente al puente, buscaba con la mirada su antigua capilla, hoy demolida, Guadalmedina por medio, en la otra orilla.
Un puente, nunca es distancia.
Cantar quiero tu noble y pura palidez
que es sufrir de siglos.
Penetrar con espíritu de amante
silencioso, tu hermosura,
y donde la nieve puso su blancura,
poner con mis labios la policromía
carmín de un beso depositado a tus pies.
Otro en silencio pondré
sobre el madero en que muestras a Tu Hijo.
¡Dolores! nardo enlutado
del Perchel...
¿Quién te clavó ese puñal?
¿Fue quizás el sufrimiento
de ver tu barrio muriendo...,
o acaso, fue ese tormento
de la Cruz del Redentor?
Leopoldo García Sánchez - 1994
Y el Perdón y los Dolores saldrán de los Percheles. Tantas obras en la zona me tienen desorientado, por eso no sé si este año el puente de los Alemanes rendirá pleitesía, como siempre, a su Virgen, pero da igual. El Perchel es el Perchel y en torno a Santo Domingo estarán los que siempre quieren ver el señorial renacer de una vieja-nueva cofradía.
Pedro Luis Gómez Carmona - 1993
No me importaría Señor, ser ladrón crucificado, con tal de que me llevaran a tu lado por las calles percheleras.
Y oír de tus labios, CRISTO DEL PERDÓN, las palabras que dijiste a Dimas: "Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso". Tuvo que ser precisamente un ladrón, un condenado a muerte, como tú, el único hombre que supo, porque tú mismo se lo dijiste, que entraría contigo en el Reino.
Y a tus pies, la VIRGEN DE LOS DOLORES, la vecina del pasillo, la que asomada a su capillita durante todo el año, es como si se saliera de la Iglesia para corresponder amablemente al saludo de sus devotos.
El Lunes Santo es Ella misma al pie de la Cruz ese puente tendido entre Jesús crucificado y los hombres.
Perdón y Dolores. Hijo y Madre, pasean su amor acompañados por enlutados nazarenos con altos cirios, que marcan sendas de fe cofradiera camino de su estación de penitencia en la Santa Iglesia Cate.
Salvador Villalobos Gámez - 1992
Más...
Lejos, una enlutada y menuda Mujer enseña la profundidad de la humildad como virtud moral grande entre otras virtudes. Con su mirada acariciando un puente que desde principios de siglo recuerda a propios y extraños el humanísimo proceder de los hijos de esta tierra, la dulce Madre del Carpintero de los Percheles, hace momento a momento realidad que la humildad y la caridad son los fundamentos de ser y de sentirse cristiano.
Transmite ese principio de acción que Dios injerta en el alma y que hace que veamos en nosotros lo que hay del Altísimo y lo que procede de nuestra propia naturaleza.
En Ti, Flor de Santo Domingo, tu barrio adquiere plena conciencia de lo que es, de aquello que debe a tu presencia y a lo que quedan obligados en justicia y en verdad.
Eres la Virtud que salva y glorifica. Eres fortaleza, caridad, PERDÓN junto a tu Hijo que clavado en una Cruz no cesa de exclamar: Venid a Mi los que tenéis hambre, los que tenéis frío, los sin hogar, los huérfanos, los desamparados...
Eres Virgen, la Puerta de tus necesitados, camino de santificación. Eres, eso... DOLORES DEL PUENTE.
Alberto M. Jiménez Herrera - 1991
Y ya es Lunes Santo. No lo podía creer, VIRGEN DE LOS DOLORES, cuando hace unos años me dijeron que por fin tu Cofradía estaba restaurada. Que por fin iban a sacarte a la calle. Y yo recordaba entonces, las veces que te recé en tu capillita del puente de Santo Domingo. Mi madre fue la que metió en mi corazón la devoción a tus dolores. Y yo miraba tu cara y la de mi madre y me preguntaba, ¿por qué las madres se parecen tanto, cuando el dolor está por medio?. Después, ya fue imposible bajar las escaleras y pasar de largo. Estabas allí, con tus manitas apretadas en el pecho, estrujando tu pena, amparando tristezas. Ahora tienes a tu Hijo, EL CRISTO DEL PERDÓN, llenando tu soledad.
José Luis Zurita - 1990
Cambia el día y cambia el escenario. Lunes Santo, día en que se produce el desbordamiento del Perchel y la Trinidad en calle Larios.
Comienza el desfile junto al Puente de los Alemanes, que dicen que se fue la Señora, llorando al pie de la cruz desde la que nos persona su Hijo, a derramar su dolor por Málaga.
¡Qué buena cosa hicieron tus hermanos!. Porque no había derecho a que sólo los Percheleros te tuvieran para ellos. Que se me descolore la memoria viéndote ahí, al pie del puente, sólo rodeada de los tuyos. Pero ahora, porque así el Perchel lo ha querido, Dolorosa de Santo Domingo, ahora eres ya de toda Málaga.
Luis Merino Bayona - 1989
Oíd cofrades de Santo Domingo, junto al Puente, al Cristo del PERDÓN pronunciando esas siete Palabras inmortales bajo el palio azul de nuestro cielo, junto a luces delirantes que escapan de los cirios de sus nazarenos y sentid la sed de escuchar, como Dimas, esa frase que nos abre las puertas del Cielo. Y, al mismos tiempo, sed testigos de cómo gracias al tesón de unos cofrades jóvenes se ha podido recuperar no sólo una antigua Hermandad, sino, también, una de las Capillas de mayor solera arquitectónica del vetusto Convento de Santo Domingo el Real. Estad seguros de que la Virgen de los DOLORES, ante cuya imagen todos los días me santiguo, alberga en su corazón de Madre, además de la devoción de su Barrio y las mil y una confidencias de los que, con amor y confianza, se acercan a diario a su Capilla, el inmenso gozo que le supone el poder abandonar, cada Lunes Santo, el largo claustro de su hornacina a fin de llevar a todos los malagueños la alegría y el consuelo de un Hijo, que, a costa de su vida, nos perdona desde la Cruz.
Francisco José González Díaz - 1988