A lo largo de los sucesivos pregones de la Semana Santa de Málaga nuestros titulares han sido glosados por los diversos pregoneros. Lo repasamos:
A lo largo de los sucesivos pregones de la Semana Santa de Málaga nuestros titulares han sido glosados por los diversos pregoneros. Lo repasamos:
Cambia el día y cambia el escenario. Lunes Santo, día en que se produce el desbordamiento del Perchel y la Trinidad en calle Larios.
Comienza el desfile junto al Puente de los Alemanes, que dicen que se fue la Señora, llorando al pie de la cruz desde la que nos persona su Hijo, a derramar su dolor por Málaga.
¡Qué buena cosa hicieron tus hermanos!. Porque no había derecho a que sólo los Percheleros te tuvieran para ellos. Que se me descolore la memoria viéndote ahí, al pie del puente, sólo rodeada de los tuyos. Pero ahora, porque así el Perchel lo ha querido, Dolorosa de Santo Domingo, ahora eres ya de toda Málaga.
Y ya es Lunes Santo. No lo podía creer, VIRGEN DE LOS DOLORES, cuando hace unos años me dijeron que por fin tu Cofradía estaba restaurada. Que por fin iban a sacarte a la calle. Y yo recordaba entonces, las veces que te recé en tu capillita del puente de Santo Domingo. Mi madre fue la que metió en mi corazón la devoción a tus dolores. Y yo miraba tu cara y la de mi madre y me preguntaba, ¿por qué las madres se parecen tanto, cuando el dolor está por medio?. Después, ya fue imposible bajar las escaleras y pasar de largo. Estabas allí, con tus manitas apretadas en el pecho, estrujando tu pena, amparando tristezas. Ahora tienes a tu Hijo, EL CRISTO DEL PERDÓN, llenando tu soledad.
Lejos, una enlutada y menuda Mujer enseña la profundidad de la humildad como virtud moral grande entre otras virtudes. Con su mirada acariciando un puente que desde principios de siglo recuerda a propios y extraños el humanísimo proceder de los hijos de esta tierra, la dulce Madre del Carpintero de los Percheles, hace momento a momento realidad que la humildad y la caridad son los fundamentos de ser y de sentirse cristiano.
Transmite ese principio de acción que Dios injerta en el alma y que hace que veamos en nosotros lo que hay del Altísimo y lo que procede de nuestra propia naturaleza.
En Ti, Flor de Santo Domingo, tu barrio adquiere plena conciencia de lo que es, de aquello que debe a tu presencia y a lo que quedan obligados en justicia y en verdad.
Eres la Virtud que salva y glorifica. Eres fortaleza, caridad, PERDÓN junto a tu Hijo que clavado en una Cruz no cesa de exclamar: Venid a Mi los que tenéis hambre, los que tenéis frío, los sin hogar, los huérfanos, los desamparados...
Eres Virgen, la Puerta de tus necesitados, camino de santificación. Eres, eso… DOLORES DEL PUENTE.
No me importaría Señor, ser ladrón crucificado, con tal de que me llevaran a tu lado por las calles percheleras.
Y oír de tus labios, CRISTO DEL PERDÓN, las palabras que dijiste a Dimas: "Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso". Tuvo que ser precisamente un ladrón, un condenado a muerte, como tú, el único hombre que supo, porque tú mismo se lo dijiste, que entraría contigo en el Reino.
Y a tus pies, la VIRGEN DE LOS DOLORES, la vecina del pasillo, la que asomada a su capillita durante todo el año, es como si se saliera de la Iglesia para corresponder amablemente al saludo de sus devotos.
El Lunes Santo es Ella misma al pie de la Cruz ese puente tendido entre Jesús crucificado y los hombres.
Perdón y Dolores. Hijo y Madre, pasean su amor acompañados por enlutados nazarenos con altos cirios, que marcan sendas de fe cofradiera camino de su estación de penitencia en la Santa Iglesia Catedral.
Y el Perdón y los Dolores saldrán de los Percheles. Tantas obras en la zona me tienen desorientado, por eso no sé si este año el puente de los Alemanes rendirá pleitesía, como siempre, a su Virgen, pero da igual. El Perchel es el Perchel y en torno a Santo Domingo estarán los que siempre quieren ver el señorial renacer de una vieja-nueva cofradía.
Por las callejas estrechas de un Perchel agonizante, el rostro pálido marfil de una Dolorosa, guardesa de un barrio afable y acogedor del que quiso ser vecina. Frente al puente, buscaba con la mirada su antigua capilla, hoy demolida, Guadalmedina por medio, en la otra orilla.
Cantar quiero tu noble y pura palidez
que es sufrir de siglos.
Penetrar con espíritu de amante
silencioso, tu hermosura,
y donde la nieve puso su blancura,
poner con mis labios la policromía
carmín de un beso depositado a tus pies.
Otro en silencio pondré
sobre el madero en que muestras a Tu Hijo.
¡Dolores! nardo enlutado
del Perchel...
¿Quién te clavó ese puñal?
¿Fue quizás el sufrimiento
de ver tu barrio muriendo...,
o acaso, fue ese tormento
de la Cruz del Redentor?
En la oscura estampa de un barrio desarticulado por la desidia, se recoge la Cofradía de Dolores del Puente en procesión austera, silenciosa y penitente. Esa Virgen antigua a los pies del Cristo del Perdón, avanza a hombros de sus hermanos en profundo recogimiento por el llano de Doña Trinidad y Calle Cerrojo. ¡Virgen guapa de los percheles, guarda a este pueblo tuyo que Te rinde pleitesía!
En la oscura estampa de un barrio desarticulado por la desidia, se recoge la Cofradía de Dolores del Puente en procesión austera, silenciosa y penitente. Esa Virgen antigua a los pies del Cristo del Perdón, avanza a hombros de sus hermanos en profundo recogimiento por el llano de Doña Trinidad y Calle Cerrojo. ¡Virgen guapa de los percheles, guarda a este pueblo tuyo que Te rinde pleitesía!
¿Cómo olvidar a la hora de cantarte, Dolorosa del Puente, la mañana espléndida que prendí en tu pecho un broche junto a tu corazón de oro traspasado? (Era diciembre y faltaron las campanas a la cita). ¿Cómo no recordar ahora la promesa de mi madre que cumplí junto a ella agarrado a aquella corredera sin más gracia que estar delante tuya?... Se me amontonan los recuerdos ante tu capilla a la que siempre vuelvo como si fuera a una casa donde viví hace tiempo y todavía quedara allí la última vecina, que conocí en la infancia, resistiendo.
Y ahora, que ya es Lunes Santo y de regreso tu procesión entre sombras vuelve a santo Domingo por callejones y derribos, Nuestra Señora de los Dolores del Puente, Virgen blanca vestida de negro, eres más que nunca el lirio entre cardos, la azucena entre escombros de lo que fue un barrio cantado en su ruina:
Portales desolados,
azoteas sin sábanas tendidas,
jaulas, barandas, rejas desprendidas,
tabiques acostados
donde alzaba la vida sus cuarteles,
patios sin voz, guitarras sin cordaje,
oscuras golondrinas sin viajez
de regreso, macetas sin claveles.
En la antigua iglesia dominica se erige una capilla que es llamada de atención sobre lo que puede hacer una cofradía. En prodigiosa armonía ornamental y con el permanente recuerdo de fray Alonso de Santo Tomás custodia la imagen de un crucificado: Cristo del Perdón. Y apenas a unos pasos, la Madre, blanca imagen malagueña, enlutada de dolor y de amor, la Virgen de los Dolores -la del palacio entre ruinas, la que era la meta y el premio de nuestras carreras infantiles, pasillo de Santo Domingo abajo- sigue buscando con su bendita mirada lo que fue una seña de identidad perdida en esta ciudad ante la indiferencia de algunos: la dirección de su puente. Tú sabes de mi devoción, de mis visitas, cuando te veo o te adivino con tu halo de misterio tras un cristal en tu capilla callejera. Cada Lunes Santo, azucena del Perchel, te contemplo a los pies de tu Hijo, entre una catarata de cera y de fuego, con esa forma tan especial y tan única con la que te procesionan. Y a poco más, rápido a la Catedral. Y entre olores de Semana Santa, nubes de incienso, el tímido resplandor de los cirios y un respetuoso silencio, aguardarte ilusionado hasta que nuevamente, milagro vivo, apareces ante nosotros. Cada año, a la espera de ser coronada canónicamente, pero nimbada durante dos siglos y medio por nuestra devoción, cuando atraviesas ese efímero muro que nos impedía visionarte, a este pregonero se le antoja que, una vez más, las tinieblas han sido vencidas y Tú, Virgen de los Dolores, nos tiendes un puente de amor que nos acerca hasta la luz.
La Semana Santa alimenta la nostalgia. Sin embargo, evocar otros tiempos y otros paisajes, felices en la memoria tamizada, sólo puede servirnos para denunciar las leyes desatinadas, los fracasos urbanísticos, culpables de hurtarnos a las nuevas generaciones de malagueños, la posibilidad de haber conocido las huellas de aquella ciudad.
Por eso, empujados por la madrugada, iremos a buscar los restos del Perchel, para ver entre las viejas fachadas humilladas, entre impersonales construcciones nuevas y jirones deshilachados de nuestra historia, las largas y apretadas filas de enlutados nazarenos con altísimas hachas de cera; para rendirnos a la omnipotencia de Dios, que perdona y se deja matar por estas calles oscuras y angostas, entre los solares y los escombros. Orad al Cristo del Perdón, que se alza para buscar con la mirada a quien con él comparte el sufrimiento y habla con su barrio desde la altura de la cruz.
Y a sus pies, la Virgen de los Dolores recogida en sus penas, que son las nuestras, porque ella se compadece con los que a diario, desde hace más de dos siglos y medio, le cuentan sus pesares. Por eso, Señora coronada por la devoción de tantos malagueños, queremos verte aclamada como Soberana y queremos ver adornadas tus sienes con el signo de la corona, que será del oro que reluce en esta Cofradía, el de su compromiso con la Iglesia y con los pobres, el oro de su amor incondicional a ti. Y cuando por fin se abran las puertas de Santo Domingo, la voz de la campana de tu trono pedirá: ¡Paso a la Reina de los Dolores, la del Puente!
Y ahora, vestid conmigo vuestra túnica y cubríos con el anonimato del capirote para acompañar a la Señora que cruza el Puente a los pies del Cristo del Perdón. Caminad tras Ella por la Alameda y calle Larios, que vamos todos a la Catedral a hacer Estación de Penitencia. Uníos todos los que le habéis rezado, a uno u otro lado del Puente; acudid todos los que alguna vez os habéis agarrado a su reja para contarle vuestras penas, porque con Ella van prendidos más de dos siglos y medio de piedad popular, y por Ella un barrio, arruinado en su ruina, reconoce que, en la Soledad de su Capilla, siempre será la Estrella que lo ilumina con Esperanza. Y aunque ya no podéis salir a su encuentro esquinas de calle Marroquino, ni en triunfo levantarse el arco de calle Jiménez, aunque ya no haya colchas en los balcones de las cuatro esquinas y ni siquiera el Puente esté colocado para mirarla, Ella sigue siendo referencia y meta, permanente confesionario e inagotable consuelo de todos los que alguna vez hemos mirado su cara.
Venid conmigo nazarenos del aquel Perchel que es sólo memoria, acudid para mitigar los Dolores a la Virgen que día y noche espera. Venid conmigo nazarenos de Málaga y contemplad como María está devolviendo la diaria visita a todos los que se acercan por el puente y nos sigue ayudando a vadear el río de la vida. Venid conmigo hermanos de la Cofradía que siempre ha estado unida bajo esa bandera, ante Ella rendida, la que no ha necesitado más bordados que los de una cruz dominica y un corazón traspasado para sentir la enorme responsabilidad de hacer día a día Hermandad; la que cada Lunes Santo va tiñendo de luto las calles y al mismo tiempo inundando de luz todos sus rincones la que con la voz de sus campanas va pidiendo paso a la Señora del Puente y la que siempre te ha saludado como reina y anuncia que pronto saldrás de la Catedral ceñida con la corona de plenitud que tus hijos depositaron a tus pies. Calles de Málaga en Lunes Santo, que unís la Trinidad con el Perchel y el Altozano con el Centro y que vais cruzadas por un mar de personas que buscan a Dios y lo encuentran Cautivo, que piden y se les concede la Gracia y la Esperanza, que hacen memoria de aquellos barrios y recobran como en un sueño los lugares y los ambientes, compadeceos de esa azucena perchelera que va palideciendo a los pies de una cruz, muertecita de pena, ahogada en el océano mar de lágrimas de su Dolor.
Una muralla de fe hace calle cada Lunes Santo, que aunque abandones tu capilla del puente tus hermanos no quieren que nadie altere tu dolor. Y con seriedad y con rigor los nazarenos de los Dolores del Puente y el Cristo del Perdón conquistan la calle sólo para Dios.
Referencia obligada, brizna de luna en la orilla de paso. Anclada en tu capilla, tus ojos sobre Málaga navegando , galeón de desconsuelos portas en tus bodegas el valioso tesoro de la fe popular. El tiempo pasa alrededor y tu deteniéndolo entre tus manos continúas aguantando tu pasión.
Has visto como, poco a poco, desaparecía el barrio, pero tu mantienes todo en pie, y cada mañana, antes del amanecer, el sol te regala sus primeros rayos porque sabe que eres luz del camino, referencia obligada del peregrino. Sendero de la fe.
Como esas señoras que buscan una esquina para ver pasar a los Dolores del Puente, esa imagen de Virgen blanquita, de la que son devotas, en su magnífico trono antequerano.
Antigua Cofradía del Santísimo Cristo del Perdón y Nuestra Señora de los Dolores
Plaza de la Religiosa Filipense Dolores Márquez, 1. - 29007 - Málaga.
Telf.: 952 28 16 48
e-mail correo@doloresdelpuente.es